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La mañana sorprendió a Paula con
los ojos llorosos y abrazada a la almohada, pose que solo adoptaba cuando
alguien le preocupaba de verdad. En ese caso, supo que era por Marta, pero se
negó la posibilidad de pensarlo, ya que se le había hecho tarde y no quería
perderse las clases.
Agarró la mochila y salió de casa
sin ganas de nada, no había desayunado, llevaba el pelo despeinado y miraba las
piedras de la calle, queriendo ignorar el mundo que tenía alrededor. Mientras
tanto, en su cabeza se revolvían demasiados pensamientos, demasiados recuerdos.
Al pasar por aquella acera, recordó cómo Marta había comentado lo hermoso del
paisaje a aquellas horas, la mezcla de colores de las casas y el cielo… Le vino
a la memoria, que Marta siempre le decía que algún día se saltaría las clases
para quedarse allí dibujando ese hermoso
paisaje que les regalaba la naturaleza a los madrugadores. Sonrío al pensar
en aquella frase que su amiga repetía cada mañana, y lo que ella se burlaba de
imaginarla saltándose las normas. Agarró con más fuerza su mochila y aceleró el
paso, quería llegar pronto al aula para que La nueva no le quitara el sitio que
solía compartir con Marta.
Entró al instituto dispuesta a
acabar con aquella tal Tati, pero una llamada antes de entrar le sobresaltó de
tal manera que se quedó petrificada frente a la gran entrada.
-
Hola, chica-pobre
-
Ho.. hola, ¿a qué se debe el honor?
-
No te habré despertado ¿no? Que es hora de
entrar en clase
-
Estaba en ello, pero ¿por qué llamas tan pronto?
-
Bueno, el otro día me quedé un poco preocupada
-
Ya era hora de que reaccionaras! Es por la
nueva, ¿verdad?
-
Sí, pero es más por ti con la nueva
-
¿Qué? ¿A qué te refieres?
-
Pues a que no le has dado ni una oportunidad,
tía. Venda, hazlo por mí, habla con ella. Seguro que se siente mal por haber
empezado con tan mal pie contigo… - incluso al otro lado de la línea, por el
tono, Paula casi podía ver la carita de niña buena y los pucheros
-
Está bien, pero no prometo nada…
-
Así me gusta, buena chica. Bueno, te tengo que
dejar que tengo curro.
-
Adiós
Justo en ese momento, en que
Paula guardaba de nuevo su teléfono en la mochila, vio a lo lejos cómo La nueva
entraba en clase. Se apresuró hacia ella, pero esta vez no era para que no le
quitara el sitio, sino para invitarla a sentarse a su lado. En el fondo sabía
que Marta tenía razón y Tati no tenía la culpa de lo que había pasado.
-
Buenos días – saludó una sonriente Tati
-
¿Qué tal?
-
Bien, ¿y tú? ¿ya no estás de morros?
-
¿A qué te refieres?
-
Bueno, como ayer ni te presentaste…
-
Sí, bueno… respecto a eso… creo que fui un poco
borde contigo…
-
¿Un poco? Fue como si te estuviera robando o
algo
-
Bueno… yo..
-
Jejeje Tranquila, que era una broma. Ya me han
dicho que eras amiga de la chica que se fue
-
Sí, bueno, al parecer era la única… siento lo
del otro día, sé que no tienes la culpa… yo…
- Ya, deja de disculparte que te he perdonado a la
primera, lo entiendo, de verdad. – sonrió ampliamente y le tendió una mano -
¿Amigas?
-
Eh… Sí, claro – Le sorprendió lo fácil que había
sido
Sin esperar nada más y en cuanto
Paula liberó su mano, Tati fue directa a sentarse en el sitio que siempre había
ocupado. Paula la miró con gesto serio, pero finalmente decidió que solo era un
sitio y Marta estaría de acuerdo.
La clase transcurrió con
normalidad, Marta estaba contenta de que su plan hubiera servido para que su
amiga le diera una oportunidad. Al acabar la clase, invitó a Paula a un café,
pero esta lo rechazó. Marta no le dio demasiada importancia, aunque le dolió,
supuso que necesitaría más tiempo para que realmente la aceptara.
Al margen de no contar con Paula,
la vida como Tatiana Faceless era muy gratificante, las clases siempre le
habían encantado, así que no suponían ningún problema, y sus compañeros le
animaban a acompañarles en sus charlas, en los ratos de descanso en la
cafetería, incluso a una partidita al mus al final de la mañana.
…
Mientras caminaba por el pasillo,
camino a la salida, vio un cartel que le llamó la atención, un cartel con las
palabras “Clases de teatro” en letras plateadas sobre un gran escenario
anaranjado. Justo debajo del cartel, unas hojas de inscripción y alguna
información sobre las pruebas de acceso al taller.
A Marta siempre le había llamado
la atención eso de actuar, pero sabía que su madre no lo apoyaba, así que como
Marta Vovarní, no contaba con el apoyo de nadie para atreverse a afrontar aquel
reto. Pero como Tatiana Faceless, no tenía nada que perder, así que se apuntó
en la lista para las audiciones del sábado.
Volvió a casa bastante contenta,
pero por el camino echaba mucho de menos la compañía de Paula. Desde los primeros
días de clase, había convencido a sus padres de que no era bueno para ella que
el chofer la llevara y recogiera todos los días, y después de insistirles con
muchos argumentos, consiguió la dejaran prescindir del servicio de Tomás.
-
¿Qué tal el día, señora?
-
Bien, Leonor – dijo sin mucho entusiasmo
-
¿le pasa algo? ¿La noto algo triste? ¿A
discutido con la señorita Paula?
-
Algo así, Leonor, algo así…
Con esa actitud cansada y la voz
apagada, se fue a su habitación y pidió que nadie le molestara. Se encerró en
su estudio y continuó con un trabajo en el que llevaba tiempo trabajando; un
retrato de Paula el primer día que la vio en clase. La intención de Marta era
dárselo como regalo el día de su cumpleaños, pero para ello debía estar
perfecto. Ya sabréis lo perfeccionista que es esta chica, así que no es extraño
que quisiera que quedase igual o mejor que una fotografía.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: