No he llevado flores a tu tumba
ni me despedí de ti en el cementerio,
pero te velé a mi manera;
con las lágrimas rotas y el corazón ahogado.
No puedo afirmar que te quisiese,
pero sí que llegué a admirarte y me duele,
porque creo que el mundo
no estaba preparado para perderte.
Dejaste un digno legado,
marcaste una y mil vidas
(tantas como alumnos pasaron por tus manos).
Nos cambiaste un poquito a todos,
y hoy por ti somos quienes somos;
apoyaste a cada uno con sus sueños,
empujaste a quien aún no daba el paso,
abriste la puerta que tanto miedo nos daba abrir…
Y por eso, por ser tú,
por hacer lo que te parecía más fácil,
por eso,
te llevaré siempre en el recuerdo.
Gracias,
por mí y por todos mis compañeros,
por todo lo que no supimos ver entonces
y que ahora echo tanto de menos.
Qué bonito y emotivo.
ResponderEliminarMil besos y abrazos, bonita
Gracias, Ju, la tía se merecía eso y más.
EliminarOtros mil (y uno más de regalo) para ti, preciosa