Un hormigueo que recorre la columna
o la explosión más sin-sentido
que conozco,
nada que las palabras sean capaces de describir,
y esa sonrisa permanente en nuestras caras.
Saltar al vacío sin paracaídas
por la confianza de sentir tan fuerte el corazón.
Dejarse llevar e interpretar los parpadeos,
asegurar que las miradas siempre tendrán la razón.
Decir locuras que nadie entienda,
y al mirar al horizonte,
salvaguardar su brillo en la pupila…
Destrozar a besos los márgenes que nos impongan
y llevarnos a la Luna de fiesta.
Enseñar a vivir de noche al mismísimo Astro Rey
y acariciar con cariño a animales fantásticos.
Soñar con estar despiertos.
No dudar.
Y, por supuesto, querernos…
Podría resumir todo ello tan sólo con decir tu nombre,
pero ¿para qué decirlo? Si el amor ya te conoce.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: