Una cadena invisible
liga y cierra mis pulmones
y, entre incesantes dolores,
muero.
Revolviéndome,
entre frías palpitaciones
y abruptos estremecimientos,
resucito y muero,
y muero y resucito de nuevo.
Aún no es mi hora,
no es momento de irme;
está escrito, no sé dónde,
que no será este el final de mi historia.
Pero la puta enfermedad me puede,
y me torea,
y es que soy el juguete favorito
que se disputan Vida y Muerte.
Bien sé que ganará Muerte,
pero, de momento,
Vida no quiere rendirse
y sigue tirando de mi brazo izquierdo.
Con
tanto tirón,
esta
muñeca de trapo
acabará
por romperse,
desgarrando
el interior
hasta
que no quede nada dentro.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: