Cap. 1
La noche estaba viciada de
alcohol, el ambiente del pub era pesado, húmedo… “Demasiadas personas en un sitio tan pequeño” pensé. Los jóvenes
entraban y salían, bebían con sus amigos, reían, ligaban, charlaban
tranquilamente con los camareros… Era un fin de semana normal para todos ellos,
yo hacía ya tiempo que me había acostumbrado a aquel ambiente, me acerqué a la
barra mientras esperaba a que llegara mi acompañante. Hace tiempo que he dejado
el alcohol, así que pedí una coca-cola y conseguí hacerme con un taburete para
hacer más cómoda la espera. Hasta entonces no me había dado cuenta, pero sí,
estaba nerviosa, hacía mucho que no quedaba con ella y estaba nerviosa por
verla. Aquella noche incluso me había sorprendido a mí misma soñando con ella…
-
Hola, guapa. ¿Has esperado mucho? Siento la
tardanza
Una voz a mi espalda cesó mis
divagaciones a cerca de aquel sueño. Era ella, llegaba 5 minutos tarde, pero ni
me había fijado, y cuando me volví a saludarla ningún reproche pasó por mi
cabeza. Me quedé mirándola, en tan solo unas milésimas de segundo, mis ojos
recorrieron cada parte de su cuerpo y archivaron en mi mente aquella imagen.
-
¿Qué tal? – No pude reprimir una sonrisa, que
ella tomó una invitación de afecto y me abrazó firmemente, sin reparos…
“Joder… ¡Qué bien huele su pelo!” no puede evitarlo, la presioné
contra mi cuerpo queriéndome mezclar con aquel olor… “¿Qué estás haciendo? Venga, no la cagues ahora… sabes que tiene novio,
bastante es que siga quedando contigo… mejor no perder eso. No quieres perderla
¿verdad? Pues eso, ¡Para!”. Reaccioné tras esa bronca que acababa de
echarme mi subconsciente. Odiaba aceptar que tenía razón, que era cierto y
tenía que aceptarlo, pero lo hice. Poco a poco me aparté, forzando una sonrisa
casual.
-
¿Qué tal el día? ¿Algo que me quieras contar? –
Intenté ocultar mi nerviosismo, así que necesitaba que hablara ella.
-
Jejeje. Todo genial… ¡Espera! ¿Eso que huelo es
perfume? – sus ojos atravesaron la muralla que yo trataba de construir, así que
aparté la mirada y me hice la tonta oliéndome la camiseta.
-
Sí, mi hermano me la regaló esta tarde y decidí
estrenarla para agradecérselo – mentí
-
Pues dile a tu hermano que tiene buen gusto –
sonrió y se acercó más a mí para olerme mejor
Se apartó, me miró a la cara y
tocó mi frente, estaba ardiendo. Yo era perfectamente consciente de ello y del porqué
de aquel calor que recorría mi cuerpo, pero en su cara apareció esa mirada de
preocupación que conseguía derretirme por completo. Le devolví una mirada
tranquila y con una pequeña sonrisa decidí calmar su preocupación con una
excusa para aquel calor:
-
Tranquila, sabes cómo soy, siempre tengo calor,
jejeje… Además, este bar está lleno de gente – “Dios, por favor que se lo crea, porque necesito salir de aquí o
desmitificaré lo de la muerte por combustión espontánea” pensé para mí.
-
Está bien, mejor vamos fuera a ver si te da un
poco el aire, que así me quedo más tranquila – trató de abrazarme de nuevo,
pero la esquivé fingiendo no darme cuenta.
Nos fuimos dando un paseo hasta
la calle mayor. Nada más salir del bar, un golpe de aire fresco había azotado
nuestras mejillas, yo lo había agradecido enormemente, pues fue suficiente para
bajar aquel calentón que me había causado su proximidad. La miré, la pobre
estaba temblando, me dio pena, así que no me lo pensé dos veces antes de
cederle mi sudadera (ya que no la necesitaba y la tenía atada a la cintura,
esperaba que no quedara muy mal, ya sabéis, con segundas intenciones). No dijo
nada al ver mi gesto, pero su mirada de agradecimiento fue suficiente. Era
impresionante la facilidad con la que mi corazón se veía atraído por su fuerza,
esa mirada había vuelto a desatar mis más básicos instintos de protección. Me
percaté del silencio que impregnaba la noche, llevábamos unos cinco minutos fuera
del bar y solo habíamos comentado en un par de frases a dónde íbamos a ir y si
me encontraba bien.
Paró en seco, me miró y, con voz suave y dulce, soltó un “tenemos que hablar” que no supe cómo clasificar en mi mente, inconscientemente, tensé mi cuerpo y no pude más que asentir y seguirla hacia el banco dónde pretendía sentarse para aquella charla, que se presentaba seria, profunda y, posiblemente, incómoda y desagradable.
-
Sabes que no se me da bien esto de las palabras
– ocultaba la cabeza para no tener que mirarme, pero su voz sonaba decidida,
daba la impresión de que llevaba un tiempo auto convenciéndose para decir
aquello, para decírmelo, a mí… - pero necesitaba decírtelo, no sé cómo te lo
vas a tomar y puede que sea algo egoísta por mi parte…
-
Por favor, dilo. No te preocupes por mí, somos
amigas ¿no? – no aguantaba verla así, ella era una persona fuerte, decidida, de
las que siempre tienen todas las respuestas y si lloran, lo hacen en silencio.
-
Bueno, no me mires así – mi preocupación se veía
totalmente reflejada en mi cara y no me di cuenta hasta entonces, bajé la
cabeza y traté de sonreír – la verdad es que ese es el problema…
-
¿Qué? ¿Qué es el problema? ¿He hecho yo algo? –
las palabras salieron de mi boca antes incluso de pasar por mi mente, fue un impulso
y no sabía si arrepentirme o no de ellas. Pero no supe callármelo, pensar que
yo era la razón de su malestar, me partía el pecho.
-
¡No! No era eso lo que quería decir – su voz
sonaba realmente preocupada por el malentendido y se apresuró a explicarse. –
Es cosa mía, hay algo que tenía que haberte contado antes, solo que no me
atrevía a hacerlo. Tú sabes que yo salía con Pedro ¿no? – Asentí, no podía
contestar, ya que no entendía qué tenía que ver su novio conmigo – Bueno, pues
el caso es… que… bueno… lo dejamos hace un par de semanas – Mi cara de sorpresa
fue de libro, algo dentro de mí me decía que era “mi gran oportunidad” – Te lo
digo, porque tengo muchas ganas de hacer una cosa, y no quiero que pienses en
Pedro, ni en que tiene que ver con que ya no estemos saliendo juntos…
Hubiera dado oro por ver mi cara
en ese momento, mi imaginación estaba desbordada, mi temperatura volvía a
subir. Miré su cara para comprobar que mis pensamientos no iban tan mal
encaminados, pero al hacerlo no me encontré con sus ojos, sino con sus labios,
que atraparon los míos al ver mi cara tras su discurso y, según me contó tiempo
después, una sonrisa pícara gracias a mis lujuriosas ensoñaciones. De forma
instintiva, agarré su cabeza para que se acercara más a la mía y no se alejara.
Ella pasó sus dedos por mis mejillas sin liberar mis labios en ningún momento.
Nuestras lenguas se buscaban y parecían bailar un ritmo, armoniosamente
acompasado por las pulsaciones que se iban acelerando con el movimiento de
nuestras respectivas manos. Unas manos que pasaban de agarrar el pelo, a bajar
suavemente por la espalda hasta encontrarse con ese punto intermedio entre las
caderas y el final de la espalda, donde la espalda se fusiona con los glúteos…
Una zona que en ese momento solo cubría el vuelto de la sudadera que minutos
antes le había prestado. En ese momento en que me di cuenta de lo que estaba
pasando, abrí los ojos que había mantenido cerrados durante aquel maravilloso
regalo que era su boca y la humedad que encerraba en ella. Conseguí sacar
fuerzas, no sé de dónde, para reprimir mis deseos de lujuria y apartarme de ese
cuerpo que tan fácilmente encendía el mío al más ligero roce de su piel.
-
Perdón, yo… pensé que tú… - Ella empezó a
disculparse al ver que rompía aquella unión. Puse un dedo en sus labios para
callarla y me limité a mirar alrededor, pareció entender lo que quería decirle,
así que aparté mi dedo de sus finos y aún colorados labios (debido a su
encuentro con los míos, que supuse estarían también enrojecidos) y le di un pequeño
y cariñoso beso en la mejilla, llevándola de la mano para que viniese conmigo a
un sitio más apropiado para hablar de lo que allí acababa de pasar.
Sin soltar su mano, pero incapaz
de mirarla a la cara, por miedo a volverme a ver bajo el control de sus ojos y
mi pasión contenida, la arrastré hasta una de las bocacalles. El lugar parecía
un callejón sin salida, solitario, sombrío…digno de una película de terror.
Pero no era terror lo que reflejaba su rostro, y mucho menos el mío, sino una
gran felicidad, comprensión y… calor, ¡mucho calor!
Como si pudiera leerlo en su
mente, supuse lo que pensaría de mí en ese momento. Yo no pretendía continuar
allí aquel beso, no estaba segura de que aquello hubiera estado bien en un
primer momento. Hacía apenas una semana que había roto con Pedro después de 9
meses, además, yo me había enterado poco más de una hora antes de aquel
apasionado, ardiente y penetrante beso… (En mi cabeza se recreaba la imagen y
la sensación de aquel momento, pero me forcé a reprimirlo para volver a mi razonamiento
lógico). Después de una relación así y teniendo la ruptura tan reciente, no
podía tener claro qué o a quién quería, y yo no podría soportar ser su paño de
lágrimas, esa persona con la que desquitarse de un amor no correspondido…
Solté su mano, necesitaba separarme de ella o el deseo ganaría a la razón.
Solté su mano, necesitaba separarme de ella o el deseo ganaría a la razón.
-
Lore, no creo que esto sea una buena idea – lo
dije en un susurro de voz, tratando de subir mis murallas defensivas de nuevo.
-
¿Por qué no? ¿Qué quieres decir? – Parecía
realmente confusa
-
Tú y yo… ya lo intentamos en su día y no… no
funcionó… - trató de cortarme, pero no la dejé y seguí explicándole mis temores
– No creo que sea esto lo que quieres, sino…- tragué saliva y reprimí una
lágrima – sino que estás sola y por eso… crees que.. bueno, que yo… que yo
puedo sustituirle… a él. – Volví a ahogar una lágrima, saber que no me quería
seguía siendo duro de aceptar, y más en ese momento.
-
Eso no es así – sonó convencida e imperativa,
pero su tono de voz era suave, dulce… como una niña pequeña que no quiere que
ese alguien se vaya.
Al parecer, ella no pudo contener
las lágrimas, o no quiso. Acomodó su cara en mi pecho y no pude negárselo;
aunque aquello confundía todos mis sentimientos, emociones y razonamientos, una
vez más, no podía verla triste pudiendo calmarla…
Quise creer su última frase, sin
ser capaz de negar absolutamente nada a esos ojos indefensos y preocupados, ni a ese hilillo de
voz que, susurrando a mi oído, había pronunciado ese “no te vayas, n… no me dejes… Tú no” y había pronunciado el
interrogante de sus ojos, que no apartaban su mirada de los míos. Antes de
darme cuenta, estreché un poco más su cuerpo contra el mío, acaricié su espalda
sintiéndome responsable de aquella niña asustada con la que había topado.
Era increíble la velocidad a la que esa chica, que me sacaba un par de años y media cabeza de altura, se había transformado en una cría indefensa ávida de amor, cariño, comprensión… y protección. Pero más increíble fue la velocidad a la que mi cuerpo y subconsciente habían decidido ser esa protección, comprensión y refugio que tan silenciosamente pedía a gritos aquel cuerpo tiritante que formaba en ese momento a la amiga que tan bien creía conocer. Nos quedamos allí, abrazadas en silencio, sumidas por la calma y la oscuridad. Poco a poco, noté cómo su cuerpo recuperaba la calma y cómo su pulso volvía a la normalidad.
Buen comienzo ;-)
ResponderEliminarmuchas gracias, espero que te guste =)
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