-3-
La chica sí estaba en la
cafetería, Marta había ido directa a hablar con ella. Ahora estaban las dos
sentadas en una de las mesas, disfrutando de un ameno debate sobre la
importancia de la música en el espectáculo de navidad, acompañado de unos
refrescos y unos sándwiches mixtos.
-
De eso nada, un rojo cereza nunca podría
representar la fría nieve de un muñeco de nieve
-
¿Cómo que no, Paula? – así se había presentado
la misteriosa chica – Ya te lo he demostrado en el dibujo…
-
Eso no cuenta, no representaba la nieve, solo
una sonrisa
-
¿Y qué es acaso la sonrisa? ¿no forma parte del
muñeco de nieve?
-
Es un punto de vista…
-
Venga, no estás convencida, eso no vale…
-
¿Y qué quieres que haga?
-
Está bien, te lo demostraré
-
¿Cómo?
-
Dame una semana – una sonrisa pícara se dibujó
en su cara a la vista del reto – yo te demuestro que puedo transmitir frío con
un color cálido y tú… ¿qué me das a cambio?
-
Estoy deseando ver cómo lo demuestras, pero…
¿por qué tengo que darte algo? Eres tú la que quiere tener razón
-
Bueno, los tratos suelen ser así; dar algo por
otra cosa
-
Está bien, chica rica, lo haremos a tu manera –
La confianza que Paula había adquirido en el poco tiempo que se conocían, hacía
que Marta sonriera con mucha facilidad, cosa que hacía mucha gracia a Paula,
que respondía a cada sonrisa con una sonora carcajada.
-
Bueno, cara-niña – ambas hicieron una mueca de
burla por los motes que habían usado - ¿qué piensas darme?
-
Mmm… Ya lo verás
Se levantó de la silla y se fue
dejando a Marta con la respuesta en la boca. En vista de que Paula no pensaba
volver, la pequeña heredera recogió su mochila y decidió pasar por la sala de
artes a ver si habían llevado ya su boceto.
La sonrisa que había presidido su
rostro durante la conversación, pronto se cuarteó al sentir el escupitajo que
uno de sus compañeros de clase había lanzado sobre ella al pasar a su lado.
Aquella saliva representaba el odio y desprecio que la gente tenía siempre a
Marta. Quiso llorar, el afecto que Ferreimda y Paula le habían trasmitido, le
había hecho creer que contaba con el apoyo de la gente. Aquel gesto de
desprecio le había devuelto a la realidad, a ojos de sus compañeros, seguía
siendo la misma pija, consentida que conseguía las cosas a golpe de talonario.
Marta corrió a casa en busca que
algo de consuelo, no soportaba esos actos estúpidos de bulling hacia la gente
adinerada. Se metió en su cama lanzándose de cabeza desde la puerta,
escondió la cara en la almohada y comenzó a llorar. Leonor intentó entrar a
consolarla en repetidas ocasiones, pero Marta se negó a abrir la puerta. Todo
su mundo se había venido abajo, sus ilusiones habían desaparecido y no tenía
ganas de vivir… Dejó que las lágrimas inundaran su tristeza hasta que se quedó
dormida.
…
Esa cama se convirtió en su
guarida; no salía de allí, no iba a clases, no comía y, gracias a Dios, tenía
un cuarto de baño propio en su habitación. Durante ese tiempo extra, barajó
todas las posibilidades del mundo para superar la decepción que había sufrido;
pensó en denunciar al chico, en devolvérsela, en pagar alguien para que fuera
su amigo y no sentirse sola, en contratar un guardaespaldas… Pero no encontró
nada que ella pudiera hacer para recuperar algo del orgullo y la seguridad que
solía tener.
No hay nada que Marta Vovarní pueda hacer… nada que Marta pueda hacer…
nada que ELLA pueda hacer. ¡Eso es! La solución a mis problemas está en dejar
de ser Marta Vovarní, única heredera de la fortuna Vovarní
Marta se levantó de la cama de un
salto en cuanto ese pensamiento cruzó su mente, dejar de ser Marta… Eso significaba
mucho, significaba dejar atrás todas las burlas, las especulaciones por el
auténtico autor de las obras que exponía… suponía el paso para la felicidad,
dejar de ser Marta, era lo que Marta siempre había deseado, aunque no se
hubiera atrevido a ponerle palabras hasta ese momento, siempre había querido
huir y poder empezar de cero en el colegio y, tal vez, hacer algún amigo para
variar.
Abrió su portátil e investigó por
internet cómo podría conseguir otra identidad. No tenía muy claro qué quería
hacer; Marta Vovarní era un título, pero también una persona que no podía
desaparecer así sin más.
¿Qué iba a hacer con eso? Si era otra persona, ¿qué iba a pasar con
Marta? Alguien la echaría de menos ¿no? – Demasiadas preguntas se
acumulaban en su cabeza
En ese momento pensó en Paula,
ella sí había creído en Marta, era lo más cercano a una amiga que nunca había
tenido y, ahora que se acordaba, le había prometido una demostración de
colores. Se puso histérica, ¿cómo podía haberlo olvidado? Cogió rápidamente el
teléfono para darle una explicación, ya que había desaparecido durante casi dos
semanas. Marcó el número y esperó una
respuesta. Por su mente pasó la posibilidad de que Paula no quisiera contestar
porque estuviera enfadada, también que no hubiese guardado el número y no
supiera quién llamaba. Finalmente, y para sorpresa de Marta, alguien contestó
al otro lado de la línea.
-
Hola, ¿quién llama? Paula al aparato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: