Cap. 2
Sonó el despertador y salí de la
cama, de forma rutinaria, me duché, vestí, lavé los dientes… Como hacía ya
varias noches, no había pegado ojo, y mi cara lo delataba sin lugar a dudas,
pero no me preocupé de ello. Casi por inercia, consulté mi móvil por si había
llamadas y… allí estaba, la razón de mi insomnio. Había deseado que todo
hubiera sido un sueño o una alucinación, y la posibilidad de que así fuese me
había dado las fuerzas para dejar mi cama apenas media hora atrás. Pero aquel
mensaje me devolvía a la realidad, decidí comportarme como la persona madura
que creía ser, así que cogí el móvil y abrí el mensaje de Lorena que se anunciaba
en la pantalla:
Necesito verte, han pasado 5 días y no he
tenido noticias tuyas. Por favor, no quiero perderte, no puedo… Llámame
No me atreví a responder, llegaba
tarde a clase, así que decidí olvidarlo centrándome en mis estudios. Me metí el
móvil en el bolsillo del pantalón, acomodé mi pelo en una coleta, me coloqué la
gorra y salí hacia la calle montada en mi bicicleta.
…
Lorena no podía creerse lo que
había pasado, había tenido tan cerca su piel, su textura… “¡Dios! Le besé… ¿Por qué se apartó? ¿Por qué el cambio? Se entregó al
beso, le gustó, me llevó a un callejón oscuro… Dijo que me llevaba a un sitio
más “apropiado”. ¿Qué quería decir eso? ¡Joder! Pensé…Bueno, era evidente que
no íbamos a hablar, precisamente. Pero luego se pone seria y me suelta eso…
¡Que no la quiero! ¡Que la iba a usar para olvidar a Pedro! ¿Cómo podía decir
esas cosas? Claro que la quiero, claro que quiero hacerlo, Pedro es mi
amigo, él lo entiende, fue cosa de los
dos dejarlo, ¿por qué necesitaría olvidarle? Y ¿Cómo iba a hacerlo así… con
ella?” no podía creérselo, hacía
cinco días de aquel beso, pero no podía olvidarlo, revivía en su cabeza cada
palabra que se había dicho, cada sensación… No podía sacárselo de la cabeza, y
no quería. ¡La amaba! Lo había hecho desde que la conocía, así que lucharía por
ella, quisiera o no, ellas tenían que estar juntas.
Decidió que tenía que conseguir
hablar con ella, explicarle lo que sentía, pero necesitaba que hablara con ella,
que la escuchase, ya había dejado que descansara una semana porque sabía que lo
necesitaba. Lorena también había usado esos días para pensar en lo que había
pasado y en lo que sentía por Sandra. Además tenía que irse a clase y tendría
que esperar para llamarla, como le habría gustado. Por ello, cogió fuerzas y
envió un corto mensaje de texto. Mientras lo hacía, cada palabra había supuesto
una lágrima en su rostro, acompañando un desgarrador dolor en el pecho. Un
dolor que le acompañó durante toda la mañana mientras esperaba una llamada, un
mensaje… algo que le dijera que Sandra había visto su sms, una respuesta que
dijera “¡Ei! Me importas, me ha afectado que me abrieras tu corazón, tus
sentimientos…”.
Así pasó su día en clase, hasta
que a la hora del recreo se decidió a verla en persona. Salió del instituto y
encaminó su paso al de esa chica que la volvía loca.
Ya en la puerta de aquel
edificio, sacó su móvil y marcó el número que ya se sabía de memoria. Nadie
contestó el teléfono, y aunque Lorena ya se lo esperaba, tenía que intentarlo.
Conocía a Sandra, sabía que había visto tanto el mensaje como la llamada que
acababa de ignorar, pero no por eso se rindió, estaba decidida a hablar con
ella, a verla. Envió un mensaje y esperó sentada en las escaleras de la
entrada.
…
Sólo llevábamos dos clases, y
habían sido lentas y aburridas, más incluso que de costumbre. Todos mis amigos
me habían preguntado el porqué de mi cara, que habían descrito como “retrato
caricaturesco de un mapache zomby” por mis increíbles ojeras. También, por qué
estaba tan seria y, sobre todo, por mi inusual silencio a lo largo de la última
semana.
No le había contado a nadie lo que había pasado, pero Natasha, mi mejor amiga, sí sabía que el sábado había quedado con Lorena, y se imaginaba que estaría relacionado con ese estado de ánimo que tenía.
No le había contado a nadie lo que había pasado, pero Natasha, mi mejor amiga, sí sabía que el sábado había quedado con Lorena, y se imaginaba que estaría relacionado con ese estado de ánimo que tenía.
-
Joder, Sandra, ¿qué te pasa? ¿qué coño pasó el
sábado para que te quedes así toda la semana? – su voz no era más que un
susurro, ya que estábamos en clase.
-
Te lo he dicho, Natasha, paso de ello ¿vale?
Solo quiero olvidarlo…
-
Pues si quieres olvidarlo, sonríe un poco, que
con esa cara estoy segura de que no has dormido… Por pensar en ella ¿no?
-
No seas pesada, rubia – fulminé a Natasha con la
mirada, ella se apiadó de mí y dejó el tema. Volvimos ambas al ejercicio de
análisis y traté a volcar en él mi atención para no pensar en el sábado.
El resto de la clase fue de lo
más normal, Natasha y yo seguimos en silencio, y las explicaciones del profesor
sirvieron para distraerme de los pensamientos que rondaban mi cabeza. Al acabar
la clase, abrí el bolsillo pequeño de la mochila para coger el dinero del
almuerzo. Al hacerlo, vi la luz del móvil que indicaba que tenía mensajes
nuevos. No me hizo falta mirarlo para saber de quién serían, así que no me extrañó
ver la llamada perdida de Lorena, pero sí el mensaje. Al leerlo, se me olvidó
todo lo demás por un momento.
-
Oye, San, ¿vas a venir con nosotros en el recreo
o te quedas abajo con los de clase? – La voz de Natasha a mi espalda me
devolvió a la realidad
-
Pues… eh… No
-
Jejeje, ¿no? ¿no, qué?
-
Que no voy con vosotros, pasadlo bien – me giré
en dirección a la entrada principal
-
Espera – me cogió del brazo para que le diera
una explicación – ¿dónde te quedas entonces?
-
Está bien, te lo cuento. Voy fuera del instituto
para ver a Lore – bajé la mirada, sabía que no le haría gracia
-
¿Qué? ¿Por qué? ¿Después de lo que pasó el
sábado?
-
Si no sabes lo que pasó el sábado
-
No, pero me imagino que no fue nada bueno si te
has quedado así una semana entera ¿no?
-
Mira, no es nada de lo que piensas, ya te lo
contaré. Estará esperándome y no quiero llegar tarde ¿vale? – la cara de
Natasha dejaba claro que no quería que fuera – Está todo bien, rubia, no te
preocupes, volveré siendo la Sandra de siempre.
-
Ya, y yo me lo creo… - sé que no quería que
fuera, pero su voz dejaba claro que aceptaba que fuera a hacerlo, así que me
volví hacia la puerta
-
Volveré – mi tono peliculesco le hizo sonreír,
así que empecé a andar. Me paré un momento, me volví y añadí… – Y tranquila,
que luego te explico lo del sábado y te cuento todo con pelos y señales ¿ok?
-
Estás como una cabra. Anda, corre antes de que
se vaya – sonrió y yo corrí hacia la puerta algo más calmada, Natasha solía
tener ese efecto en mí.
Al llegar a la puerta, dudé un
instante. Era totalmente transparente, así que no me hacía falta abrirla para
ver, sentada junto a la barandilla, a Lorena. Llevaba un pantalón vaquero
bastante ceñido, una sudadera azul oscuro y unas zapatillas gastadas. Solía
vestir así, pero por alguna razón aquel día me llamó la atención, estaba
guapísima y llevaba el pelo suelto, aunque no se le veía la cara porque estaba
mirando al suelo, y debajo de la camiseta se veía la camiseta que le había
regalado yo el año pasado.
Me había quedado allí un momento,
contemplándola, dudando de si debería o no salir, cuando levantó la mirada para
ver si salía alguien por la puerta. Se puso de pie, pero no se movió de allí,
me aguantó la mirada y al final cedí, agaché la cabeza y salí por la puerta, no
sin antes suspirar profundamente para coger fuerzas y algo de seguridad.
Sonreí y dije “hola” fingiendo normalidad, le di dos
besos en la mejilla y esperé su respuesta. Ella me cogió de la mano y se la
quedó mirando un rato, sin haberme saludado todavía y aún con la cabeza
agachada, ocultando la cara con el pelo.
-
¿Estás bien? – fue lo único que se me ocurrió
para callar ese silencio incómodo.
-
Sí, solo me preguntaba cómo se supone que
debería reaccionar yo. Tú lo tienes claro, has decidido, pero yo no. – su voz
sonaba seca, exigente. Y el que no me mirara a la cara no era buena señal.
-
¿A qué te refieres? ¿Qué he decidido?
-
Está claro, pillo el mensaje, tranquila.
-
Pero ¿de qué hablas? ¿qué mensaje?
-
Pues el de que no quieres volver a saber de mí.
Lo has dejado clarísimo; no contestas mis llamadas, no respondes mis mensajes…
Está clarísimo que te arrepientes de haberme conocido, ya me has juzgado, has
decidido por mí qué es lo que siento o por qué hago las cosas, no te ha gustado
el resultado y has decidido esquivarme.
-
¡Pero ¿de qué estás hablando?! ¡¿Te has vuelto
loca o qué?!
-
¿Ves? A eso me refiero, todo lo que yo digo son
desvaríos de una loca que no sabe lo que quiere.
-
A ver, Lore, vamos a calmarnos ¿vale? – la cogí
por los hombros para que me mirara a la cara – Yo no pienso que estés loca, ni
me arrepiento de haberte conocido y, ni mucho menos, te juzgo. – bajé el tono
de voz y lo dulcifiqué mientras la atraía lentamente contra mi pecho – Nunca
podría arrepentirme, eres una de las mejores cosas que me han pasado en la
vida… – una lágrima recorrió mi mejilla y se me quebró un poco la voz. Dudé un
segundo y cerré los ojos, teniéndola fuertemente atrapada entre mis brazos –
Yo, te quiero...
Nos quedamos abrazadas allí unos
segundos que se me hicieron eternos, entonces me miró a la cara con los ojos también enrojecidos por
el llanto, apartó de mi frente un par de mechones, secó con sus manos mis
lágrimas y me volvió a abrazar cariñosamente. Con la boca casi rozando mi oído,
susurró:
-
Yo a ti también – besó mi mejilla y me cogió la
barbilla, poniéndome la cara frente a la suya – siento haber tardado 9 meses en
darme cuenta, debe haber sido muy duro y doloroso para ti, entiendo que no
quieras perdonarme. Siento lo del sábado, y… no debí haber venido aquí
exigiéndote nada, lo siento Sandra. Me vuelvo a clase, espero que sigamos siendo
amigas… por lo menos en tuenti… – Con la última frase esbozó una tímida
sonrisa, acto seguido, me soltó y se fue sin que pudiera decir nada.
Me quedé allí de pie un rato
pensando en lo que acababa de pasar, incapaz aún de moverme o de decir nada.
Aún sentía en calor de su mano en mi barbilla y el escalofrío que su aliento
había causado al hablar tan cerca de mi oído.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: