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Marta dudó un instante. ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo se suponía que se
iba a tomar el pasar de ella por estúpidos rumores?
-
¿Hola? Marta, ¿eres tú? Contesta por favor, ¿qué
te ha pasado estas semanas?
Paula no parecía enfadada y eso
alegró a Marta, pero en seguida le planteó más dudas; ¿cómo iba a desaparecer
Marta Vovarní ahora que al fin le importaba a alguien?
-
Ho.. Hola, Paula
-
¿Estás bien?
-
Oye, lo siento, de verdad… Estas semanas que no
he ido a clase… bueno, estaba… yo..
-
Tranqui – le interrumpió Paula – serán cosas de
pijas jeje
-
Bueno, en realidad…
-
Que sí – volvió a cortarle – que son cosas que
pasan, no te preocupes. Es solo que me preocupé un poco por ti, pero me han
dicho que no es la primera vez que faltas a algunas clases ¿no?
-
No, la verdad es que he faltado muchas veces por…
-
Sí, sí.. Motivos personales, ya me lo han dicho.
Bueno, ¿tienes lista ya esa demostración que me prometiste?
-
En realidad sí, no hay mucho que preparar.
-
Y ¿Cuándo me la enseñarás? ¿Estás libre esta
tarde?
-
¿Quieres quedar esta tarde, conmigo? – como ya
sabréis, Marta no solía quedar con amigos por las tardes, así que no es de
extrañar su duda.
-
Claro, chica-rica, a no ser que no quieras
juntarte con la plebe
-
Es.. Está bien, ¿a las 6 en mi casa?
-
Genial, pero no sé dónde vives jejeje
-
Ah! En la calle Quevedo, la casa verde.
-
¿Te refieres a la gigantesca Mansión Verde de
Quevedo?
-
Sí, esa es, pero no es para tanto, es solo una
casa
-
Lo que tú digas, espero que me dejen entrar con
mis pantalones rotos, la sudadera de Star Wars y las zapatillas…
-
En serio, que no es para tanto. ¿A las 6
entonces?
-
Allí estaré, hasta luego
-
Adiós.
Definitivamente, Paula era lo
único bueno que tenía la vida de Marta Vovarní y no podía permitirse dejarla,
así que preparó la ruta que pensaba enseñarle esa tarde para demostrar la
calidez de los colores fríos y decidió no decirle nada sobre Tatiana Faceless,
la que sería su segunda personalidad.
Marta lo había arreglado todo
para que Tatiana Faceless pudiera asistir a la escuela “Un escenario como meta”,
pero aún no sabía cómo se desharía de Marta Vovarní ahora que, tanto Ferreimda
como Paula, se habían fijado en ella.
…
Llegaron las seis de la tarde y
Paula y Marta se encontraron a la entrada de la conocida Mansión Verde de
Quevedo.
-
Bueno, Marta, aquí estoy ¿cómo pretendes
demostrar tu hipótesis?
-
No tengas tanta prisa, demos un paseo
-
Como mandes, tú delante.
Se dirigieron con paso ligero a
los jardines de La Mansión, dónde Marta señaló cada matiz de colores en las
flores, cada unión inesperada de tonos y la armonía que todas ellas creaban.
Paula siguió los razonamientos y se centró en ellos tratando de llegar a la
finalidad de los mismos. Siguieron moviéndose hacia una casita pequeña al pie
de un riachuelo cerca de allí. La cual pertenecía a los vecinos de Marta, una
pareja mayor que había dedicado su vida a los colores y que le había enseñado
los misterios y secretos de los mismos. Allí tomaron unos refrescos y charlaron
con Berto y Eva, la pareja de ancianos, sobre cuadros y autores famosos.
-
¿No ibas a demostrarme algo? – susurró Paula
cuando Berto salió del salón a por un viejo retrato que le había hecho en su
juventud al director de “Un escenario como meta”
-
¿A caso no te está gustando el paseo? – sonrió
Marta
-
Sí, pero…
-
Pues disfruta y calla jeje
Paula, no del todo convencida,
hizo caso a Marta. Así visitaron museos improvisados, paisajes espontáneos,
estudios de arte artesanales… hasta algo más de las diez, cuando Paula y Marta
se habían despedido de Laurance, una pintora francesa especializada en la
hiper-realidad y el retrato ocular.
-
Bueno, hasta aquí mi demostración, ¿te he
convencido?
-
¿Cómo? ¿De qué hablas?
-
Recuerdas las enseñanzas de Miyagi en Karate
Kid, ¿verdad?
-
Claro… ¿Estás insinuando que ahora conozco tu
punto de vista?
-
No, afirmo que lo compartes
-
¡Eso es imposible!
-
Está bien, incrédula, comprobémoslo. Veamos… ya
sé, ven conmigo – Marta arrastró a Paula hasta su estudio y le acercó un lienzo
y unos pinceles. – Dibuja lo que te han transmitido los paisajes de hoy.
-
¿Cómo voy a dibujar eso?
-
Déjate llevar
-
Pero eso requiere tiempo…
-
Yo no tengo prisa, ¿tú sí?
-
Bueno, vale, lo intento…
-
Así me gusta – y dicho esto, salió de la sala
dejando a Paula sola, dibujando un paisaje algo peculiar.
…
Eran las 11:30 cuando Paula
finalizó el cuadro y se lo enseñó a Marta.
-
¡Guau! Creo que definitivamente has entendido el
doble carácter de los colores…
-
¿A qué te refieres? Solo he juntado los
distintos campos que hemos visto en uno solo…
-
¿No te has fijado en tu propia obra? ¿No ves
nada diferente?
-
Pues.. – Paula se acercó más al cuadro y recorrió
con la mirada cada detalle, luego alejó la vista y entendió a qué se refería su
amiga. Sus ojos se abrieron como platos, su barbilla cedió a la ley de la
gravedad y casi pierde el equilibrio ante la sorpresa. - ¿Cómo es posible que
haya hecho eso yo?
-
No has sido tú, sino los colores. Ya te avisó
Berto jejejeje
-
Pero no puede ser, las amapolas son flores
cálidas… las margaritas no… todo está al revés, sin embargo queda bien…
¿Tendrás razón?
-
Jejejejeje Claro que la tengo, me he criado con
los colores, a esto me refería cuando te expliqué mi cuadro, los colores no
tienen un solo matiz, dependen de la persona, la emoción, el momento…
-
Está bien, tú ganas.
-
¡Genial! – se quedó mirándola a la espera de
algo que Paula no sabía lo que era
-
¿Por qué me miras así?
-
Dijiste que obtendría algo cuando te demostrara
que llevaba razón
-
Bueno, tendrás que esperar un poco para eso.
-
No es justo
-
¿Cómo que no? Yo he esperado dos semanas,
Vovarní
-
Eso…lo… lo siento.. yo
-
Deja de disculparte, boba, que lo digo para picarte.
– dijo sonriendo – Bueno, me tengo que ir ya, ¿te veo mañana?
-
Sí, claro, en clase.
-
Hasta mañana entonces – Paula sonrió, cogió sus
cosas y se marchó por la puerta con una felicidad contagiosa.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: