Despertaron abrazados con el
primer rayo del alba y ninguno de los dos abrió los ojos. No querían volver al
mundo real y afrontar las consecuencias de sus actos, no tenían el poder
suficiente como para enfrentarse cara a cara al mundo consciente y que les
juzgasen… En otras palabras, no querían morir.
Él no era más que un fantasma del
pasado y ella era la pequeña quinceañera de cabellos claros que tenía miedo de
la luz de la luna. Ninguno de los dos sabía cómo habían acabado juntos aquella
noche, ninguno quería abrir los ojos… De hecho, ella sería feliz si su vida
acabara en aquel momento.
Eran ya las 12 de la mañana y la
extraña pareja no se había movido de la cama de metro ochenta en la que se
encontraban, sólo que ya no se abrazaban, ya no había chispa y el fuego que la
noche anterior había quemado las sábanas (y la ropa, al parecer) ya no
calentaba de la misma manera.
Aun sin abrir los ojos, un
susurro se escapó de los rojos labios de la joven: “Hazme un sándwich”. Él no dijo
nada, pero abrió los ojos. Ante él, aquella habitación de hotel destartalada
pareció iluminarse sutilmente, pero no cambió. Se quedó allí pensando, esperando
la explicación de la chica, pero no llegó.
Ella repitió su frase una vez
más: “Hazme un sándwich”, luego se levantó de la cama, abrió las persianas, se
sentó en la silla frente a él y abrió los ojos. Justo en ese momento cambió su
sonrisa tierna por una seriedad mortal. Entonces él lo entendió todo: “¿De qué
lo quieres?”. Ella siguió seria, le miró pero no contestó, ya era demasiado
tarde, ya habían abierto los ojos.
>> Este es un texto con el que os invito a reflexionar un poco, no quiero explicar más porque me gustaría que cada uno/a sacase sus propias conclusiones. Espero que os guste, dejad opiniones y divagaciones en los comentarios ^^
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: