Hace tiempo que me di cuenta de
que no importa realmente el camino que decidamos escoger, que por mucho que lo
dudemos antes de girar, siempre será el viento quien nos empuje.
Quizá sea tonta, quizá parezca
estar segura de que siempre voy a fallar en cada decisión que tome… Pero tal
vez, no sea más que una de tantas soñadoras que se han cansado de tener que
esperar a la noche para soñar y han aprendido a hacerlo despiertas.
No dudo de mis decisiones,
simplemente, me chivan el camino a seguir mis pesadillas. Y digo pesadillas,
porque hasta las más negras pueden superar nuestros sueños si se saben
interpretar, y de igual manera, los sueños pueden ser la peor de las pesadillas
si no se hace nada por intentar alcanzarlos…
Esta noche mis pesadillas me han
hablado de un camino de rosas. Me han dicho que no entre nunca, que aunque de
lejos parece bonito, por dentro pinchan las espinas y te desgarran la ropa.
Por el contrario, me han
recomendado el camino oscuro, el callejón de enfrente, el que parece no tener
salida. Me han dicho que tiene obstáculos, que no es fácil de recorrer, que
será duro y que parece feo… Y aun así, resulta ser el más seguro, el que nos
lleva a la meta y en el que encontramos gente a la que, tal vez, en un futuro, nos
importe importar.
No todo el mundo sigue los
consejos de sus pesadillas, porque hay que luchar más, son más difíciles, son
menos populares… De hecho, algunos llevan toda una vida, pero merecen la pena,
¿no crees?
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: