Me enseñaste a acariciar el cielo,
a rozar las nubes con las manos,
a decorar el firmamento
y a susurrar bajito nuestros nombres…
sin embargo.
Seguí prefiriendo acariciar tu pelo,
rozar tu cuerpo con mis labios,
decorar nuestra habitación
y gritar nuestros nombres cada vez más alto…
Nunca te enfadaste por eso,
sin embargo.
Aprendimos juntas a querernos,
a animarnos mutuamente sin esfuerzo,
a guardar nuestros secretos compartidos
y a apreciar la vida con sus más y sus menos…
Tampoco nos quedamos ahí,
sin embargo.
Pero el resto es cosa nuestra,
todo el que quiso, lo vio en su momento
y aquel a quien le molestara,
que me diga hoy que se alegra de esto…
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: