Buenas noches...
Eran sólo dos palabras, pero sabían tan bien viniendo de ti que acariciaban mis papilas gustativas (de ahí que se me cayera la baba contigo)...
Hoy no hago más que recordarlas, ¿sabes? Porque ya no me las dices; de repente, hoy, ya no me las dices. Y no puedo decir que me sorprenda, al fin y al cabo fue culpa mía, fui yo quien dejó de hablarte aquel día sin dar explicaciones, yo cerré las puertas, yo te dejé con la palabra en la boca, yo no contesté aquel mensaje...
Pero recuerdo cuando me dijiste que siempre te hacía preguntas con los ojos, sin usar las palabras y me prometiste que siempre me las responderías, aunque no llegase a pronunciarlas en voz alta, que te adelantarías a mis pensamientos si hiciese falta... Hoy te pido, pues no puedo obligarte a nada así que sobra el uso del imperativo, que regresen tus respuestas a mis preguntas no dichas, que vuelvan a mi mente tus "buenas noches" y, como dije en el primer poema que escribí en tu cama:
Vuelve a hablar entre susurros
una vez apagada la luz,
recuérdame la importancia
de "tan solo" dos palabras,
se la luz de la mesita de noche
y la única estrella de mi firmamento...
Regálame tus sueños y tus penas
y comparte las pasiones
que en tu piel afloran al rozarnos.
Pues, ahora que me faltan, me he dado cuenta de que aquellas "dos palabras" que mencioné no tienen por qué ser "te quiero", sino tal vez "buenas noches"...
O en mi caso, y por todo aquello... "Lo siento"