Sólo había una regla: prohibido besarse.
Me prohibiste tus besos
porque no eran míos
y aun así venías a tentar mis labios.
Quedábamos a solas,
rompíamos las reglas…
Y en aquel masaje quedó todo claro.
Pese a no haber palabras,
dibujé entre el incienso,
mil versos no escritos, tampoco pronunciados.
No es sólo la boca,
lo supe ese agosto,
en aquellas caricias te besaron mis manos.
Solté alguna lágrima,
no te diste cuenta…
Fue el primer día que dije “te amo”.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: