¡Quién pudiera!
trepar a tus oídos
y susurrarte una nana,
perderse en tus misterios
para entender lo que piensas,
acariciarte de noche
pegada a tu espalda,
decirte al oído
mil palabras dulces...
¡Quién pudiera!
Que no pido tanto
que no quiero el cielo,
con tener tus besos
tengo el mundo entero.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: