Ya pesan los huesos, pues su tuétano se llenó de tus
recuerdos y son muchos. No consigo caminar con tanta carga, mas no quiero
olvidarme de tus besos, tus caricias… Que el mundo piense lo que quiera de mí, pero
paso de rendirme, si me llaman arrastrada yo me autoproclamaré firme. Y que el
paso de los años no arranque de mí esta idea, que amortiguará mi caída la
marea, pues fui yo quien la llenó con saladas auto-caricias de mejilla; esas
mal denominadas lágrimas que ni fueron de tristeza, ni por la alegría vinieron,
esas que simplemente cayeron al mar al recordarte, y que quedaron borradas al
instante…
Y hoy te escribo con tan solo una norma; no borrar
ni un solo punto, ni corregir una coma, pues así doy fe de que es cierto lo que
siento y que siento lo que digo, mas en el buen sentido, pues no es que diga
arrepentirme, sino sentir de sentimiento. Y es mi corazón quien, él solo,
escribe estos textos, estas cartas que no llego a mandarte pues no puedo, estos
versos que jamás leerás pero que quiero, si es que acaso es posible, que te
lleguen, pues te quiero y eso no puedo negarlo y por eso te escribo, como
siempre hice, contándotelo todo sin reparos.
No me gustan las despedidas, mas sí haré esta, pues
la última vez te lo tomaste demasiado en serio y me habría gustado poder oír un
adiós de tus labios antes de que dieras el paso… Así pues, me “no despido”
porque seguiré escribiendo cartas, si llegan a tus oídos, haz que llueva
mañana.
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Ahora me toca leerte a mí, soy todo... ojos, supongo: