Antes de que nos prohíban,
rompamos el armario
y vistamos las mentes
de colores arcoíris.
Mientras aún podamos,
durmamos juntas sin complejos
y comámonos a besos
sin escondernos.
Todo el tiempo que nos quede,
portemos con orgullo
las etiquetas que mejor nos sienten:
escritas de nuestro puño y letra
con caligrafías grandes, claras
y diversas.
Ahora que aún nos quedan fuerzas
y no han podido silenciarnos,
dejemos constancia de nuestra libertad:
demostremos que libres
somos fuertes,
sin hacerle mal a nadie...
No bajemos la cabeza,
no nos avergoncemos,
no dudemos
ni tratemos de ocultar lo que sentimos.
Quememos las fronteras
que no hayan caído aún,
unamos fuerzas
y aliémonos, como hace años.
Antes de volver al clandestino,
de perdernos en las sombras
y sufrir su oscuridad.
Antes de caer en el olvido
y bajar los puños...
Alcemos nuestras voces
más alto que sus farsas.
Que no haya una sola esquina
que no sepa que existimos
desde que el mundo es mundo;
que no somos plaga ni enfermedad
que pueda curarse
en una sala de tortura.
Que somos tan solo seres
que salieron de sus normas inventadas
movidos por el deseo, el amor
o la identidad e integridad física.
Que nadie nace con la mancha
de su mente adoctrinada por la ira,
que el patriarcado es una lacra
que se va imponiendo día a día.
Que no todo es azul o rosa,
que la hetero-normatividad no es
sino otra filia;
quizá con mejor propaganda
y, por unos pocos, enaltecida...
Por toda la gente que sale,
por quienes saldrán o ya han salido,
por quienes no encajamos en sus normas,
luchemos por parar esta locura,
esta regresión sin-sentido.
Ahora que aún podemos,
no dejemos que prohíban
nuestras formas de vida.